Mi reflexión, sobre el relato de las Bodas de Caná en Galilea (Jn 2,1-11), quiero partir de la siguiente pregunta: ¿por qué la liturgia nos propone el Evangelio de Juan -relato de las Bodas de Caná- cuando deberíamos leer a Lucas (según ciclo C)?
El motivo es que antiguamente se celebraba el “Día de la Epifanía” tres acontecimientos: la adoración de los Magos, el Bautismo de Jesús y las Bodas de Caná. Como ahora el día de Epifanía se celebra solo la adoración de los magos, la liturgia quiere recordar en los dos domingos siguientes, los otros dos acontecimientos. Por esta razón leemos el evangelio de Juan, que es el único que relata la Boda de Caná.
El relato de las Bodas de Caná, visto como una crónica, está lleno de incoherencias. La primera, que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada (mujer) la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Está dentro de toda lógica la respuesta de Jesús: "¿Qué nos importa a ti y a mí?" o "que temos nós em comum, mulher? A pesar de la respuesta negativa, ella manda a los servidores que hagan lo que él les diga. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de unos cien litros, dedicadas a las purificaciones. Por último, no tiene sentido que el maestresala increpe al novio por haber dado el vino malo al principio, porque era él (maestresala), el que tenía que ordenar qué vino se servía en cada momento.
El relato (Bodas de Caná) no es una crónica de lo acontecido en una boda, sino es fruto de una larga y minuciosa elaboración y reflexión. No es narración histórica, sino es Teología. Por ello, no nos dice quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Es más, lo que normalmente llamamos "el milagro" pasa casi desapercibido. El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos", ya que no quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación, sino que descubran su significado más profundo.
La clave para entender los símbolos empleados por el Evangelista es el trasfondo del AT y la "hora" de la glorificación de Jesús en la cruz. La boda era desde Oseas, el signo más empleado para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios-Novio y el pueblo-novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios. La Madre es símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. La Madre representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: "No tienen vino". No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita, es el único que da sentido a la boda.
CONCLUSIONES
Lo más sorprendente es que se emplee la imagen de una boda para hablarnos de las relaciones de Dios con el hombre. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica.
El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor:
-Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado, cuando descubramos a Dios dentro de nosotros e identificado con todo nuestro ser, seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad, seremos capaces de amar y servir desinteresadamente. Que nadie nos engañe.
- Que Dios me quiere como soy, como se ama al hijo enfermo, ya que el amor no surge del aprecio, sino al revés. No se ama a alguien porque es maravilloso, mejor o bueno. Se ama para que sea bueno, mejor, maravilloso…
- El amor es contagioso. Que es posible vivir amando y sirviendo, que así el mundo es mejor, más fácil.
Todos hay que construir un mundo de Hijos-Hermanos que pelean contra el mal, con la fuerza del perdón-caridad, con la intransigencia plena contra todo lo que hace sufrir a los Hijos. Esto da sentido a la vida: Dios no está, pero yo sí estoy. Dios no está, pero sus hijos sí están. Toda nuestra vida está pensada para anunciar la Buena Noticia, tiene valor, tiene sentido. ¿Cuáles son "mis carismas", como les llama Pablo? Es decir, ¿qué instrumentos se me han dado para poder servir, para poder anunciar la Noticia, para hacer creíble el amor de Dios?