LOS CATÓLICOS Y LOS HERMANOS SEPARADOS
Es conocida la reiterada crítica de los hermanos separados a la devoción y culto que los fieles católicos rinden a los santos, incluida entre ellos María la madre de Jesús. Al mencionarlo la intención no es juzgar a los hermanos separados. Pero hablando (escribiendo) se entiende la gente. Lo que a continuación se dirá va dirigido tanto a los hermanos separados como también, y de manera especial, a los cristianos católicos.
Me parece conveniente comenzar recordando que los hermanos separados y los católicos compartimos creencias fundamentales. Por ejemplo,
1.- Ellos y nosotros creemos que hay un Dios.
Otros no creen que haya un Dios, si bien más exacto sería decir que creen que no hay un Dios: son los llamados ateos. Y hay otros que creen que no se puede saber si hay un Dios: son los llamados agnósticos. De todas maneras, todos somos creyentes. Unos creen que hay un Dios. Otros creen que hay varios o muchos dioses. Otros creen que no hay Dios alguno. Otros creen que no se puede saber si hay o no hay un Dios.
2.- Otra creencia común a los hermanos separados y a los católicos: creemos que hay un solo Dios y que este Dios es una Trinidad de Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
3.- Y, los cristianos, los hermanos separados y los católicos, creemos que Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo de María. Que Jesús es hijo de María es un dato histórico. Pero que Jesús es Hijo de Dios e hijo de María es un dato de fe.
4.- Además, los hermanos separados y los católicos creemos que Jesús ha resucitado. Por lo mismo, creemos que Jesús resucitado está no sólo en la presencia de Dios, sino también unido a Dios, para siempre.
5.- Respecto de los hombres, los hermanos separados y los católicos y muchos otros sabemos que el hombre no es sólo cuerpo, no es sólo materia: el hombre es también espíritu. No me convence, no me gusta la expresión “tenemos cuerpo y alma”, porque no es exacta. No tenemos cuerpo: somos cuerpo. No tenemos alma: somos alma. Somos cuerpo y alma, o quizás mejor, somos materia y espíritu. Si digo “yo tengo cuerpo y tengo alma (espíritu)” estoy diciendo que hay un “yo” que no es ni cuerpo ni espíritu, sino que el “yo” tiene cuerpo y espíritu”. Y entonces cabría preguntarse: ¿qué es el yo? Pero si decimos que somos cuerpo y espíritu, entonces estamos diciendo que el yo es cuerpo y espíritu.
6.- Respecto del hombre, seguimos, los hermanos separados y los católicos compartimos la creencia de que el alma (el espíritu) es inmortal. Compartimos la idea, la creencia de que el hombre ha sido creado por Dios. Dios lo ha creado mortal: todos los hombres mueren. El hombre termina sus días, el hombre muere, pero queda el alma, queda el espíritu. Queda el alma, pero no queda el hombre. El hombre es cuerpo y alma. El alma sola no es hombre.
7.- Respecto de Jesús, todos los cristianos creemos que Jesús resucitó y confesamos que está sentado a la derecha de Dios. Que está sentado a la derecha de Dios es un modo figurado de hablar. Lo que se quiere decir es que está unido a Dios.
Es conveniente decir rápidamente algo más sobre el alma, sobre el espíritu. ¿Qué es el espíritu? Todos, en alguna etapa de nuestra vida, hemos querido, hemos pretendido imaginarnos el alma, el espíritu. Pero hemos fracasado, porque el espíritu no es imaginable, no podemos imaginar al espíritu. Podemos imaginar sólo lo que es material, lo que es corpóreo. El espíritu es, o quizás sería mejor decir consta de inteligencia y voluntad. Y no podemos tener una imagen ni de la inteligencia, ni de la voluntad.
No podemos imaginar la inteligencia, pero sí podemos experimentarla. Cuando alguien, cualquiera de nosotros, piensa, por ejemplo que
“dos más dos son cuatro”, o que “el todo es mayor que la parte” o que “hay que hacer el bien y evitar el mal”
es la inteligencia la que lo piensa. Pero en una inteligencia que piensa no hay dos “cosas”: inteligencia y pensamiento o inteligencia y conocimiento. El pensamiento o conocimiento es la inteligencia pensante o inteligencia cognoscente. Así como el motor, para ser motor, tiene que mover, de manera parecida la inteligencia, para ser inteligencia tiene que inteligir, tiene que conocer. Y el hombre experimenta que conoce, es decir, sabe que conoce. El tiene experiencia de su entender, experimenta su inteligencia.
Tampoco podemos imaginar la voluntad. Pero podemos experimentarla. La voluntad llega a ser voluntad cuando quiere. El querer es la realización de la voluntad. Y el hombre tiene experiencia de que está queriendo, es decir tiene experiencia de la voluntad. Y experimentando la voluntad, experimenta la libertad que es constitutiva de la voluntad.
Al experimentar la inteligencia y la voluntad, el hombre se experimenta a sí mismo porque el hombre, decíamos, es cuerpo (materia) y es espíritu (inteligencia y voluntad). Por otra parte se tiene que tener presente que tenemos experiencia de nuestro propio cuerpo y de muchos otros cuerpos.
Por lo tanto, cuando se habla de la inmortalidad del alma, del espíritu, se está hablando de la inmortalidad de inteligencia y voluntad, porque el alma, el espíritu es inteligencia y voluntad.
Consecuencias de lo dicho.
Primera: Decíamos que Jesús es Dios y es hombre. En cuanto hombre es cuerpo y es espíritu. Y el espíritu, decíamos también, es inmortal. Por lo tanto el espíritu, el alma de Jesús no ha muerto. Además, decíamos que Jesús todo Él ha resucitado.
Segunda: la madre de Jesús, María, murió, pero su alma (su espíritu) no ha muerto, porque toda alma es inmortal. Y los católicos creemos que María fue llevada en cuerpo y alma a la presencia de Dios, a la unión con Dios, pero una unión diversa a la unión de Jesús con el mismo Dios.
Por lo tanto, los hermanos separados y los católicos creemos que tanto el espíritu de Jesús como el de María son inmortales, no han muerto.
Tercera: los hermanos separados y los católicos creemos y esperamos que todo aquel que en su vida se esforzó por hacer el bien y evitar el mal tendrá una recompensa y que esa recompensa será el mismo Dios, porque se unirá a Dios de acuerdo a las palabras de Jesús:”vengan, benditos de mi Padre, porque….” (Mt 25, 34ss).
Cuarta: El espíritu humano de Jesús, su alma, tiene que estar gozando de la unión con Dios. Sería absurdo, para un cristiano, pensar que el alma, el espíritu de Jesús permanezca separado de Dios. Los cristianos creemos que el alma, el espíritu humano de Jesús fue el primero en gozar de la unión con Dios ya que en vida, aquí en la tierra, estaba unido a Dios. En efecto los cristianos creemos que, desde la Encarnación, para siempre, en Jesús se dio tal unión.
Quinta: Y ¿qué decir del alma de María? Teniendo en cuenta el diálogo con los hermanos separados, es decir, prescindiendo, no negando la creencia de que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo, es decir a la unión con Dios, tenemos que pensar y decir que hay un amor mutuo entre el alma inmortal de María, madre de Jesús, y el alma y divinidad de Jesús, hijo de María . No parece lógico ignorar o negar ese amor mutuo. Y si Jesús ama a su madre María, nosotros también podemos hacerlo. Parece conveniente aclarar que el cielo, no es un lugar. Todos los lugares se encuentran en este mundo. Estar en el cielo significa la felicidad que el hombre alcanza al unirse a Dios con la seguridad de que esa felicidad no va a acabar.
Sexta: Si se da un amor mutuo entre Jesús y María, es decir, si Jesús ama a María, porqué no aceptar que los hermanos de Jesús, que somos nosotros, amemos a la madre de Jesús. ¿Puede calificarse de malo lo que hace Jesús?
Sétima: Los hermanos separados y los católicos tenemos la esperanza de llegar a la unión con Dios. Algunos ya lo lograron: pensemos en los Apóstoles y en los mártires. Dios los ama. Y si Dios los ama, nosotros podemos amarlos también. El culto a los que ama Dios, no es otra cosa que amor a ellos.
Conclusión.
A.- La devoción a María y a los santos. La devoción de los católicos a María y a los santos no es una adoración. Ningún cristiano, católico o no católico, adora a María. Ningún cristiano cree que María es una diosa o que los santos son dioses. La devoción a María y a los santos es simplemente un modo de manifestar nuestro amor, nuestra admiración a los mismos. Si se suprime el amor, ya no hay, no se puede hablar de devoción. Y la devoción comienza y consiste en manifestar nuestro amor a aquellos que en vida se esforzaron en hacer la voluntad de Dios y que gozan del amor de Dios. El amor entre Dios y los santos es un amor mutuo. Llamamos santos a aquellos que aman a Dios y que son amados por Dios. Cuando llamamos Santo a Dios, lo hacemos porque sabemos que Él es Amor. Cuando llamamos santos a los que gozan de la unión con Dios, lo hacemos porque sabemos que ellos aman a Dios.
B.- Las imágenes. La devoción no va dirigida las imágenes. Las imágenes son representación de Jesús, o de María, o de cualquier otra persona. Cuando se brinda un homenaje a un héroe de la patria delante de una estatua del héroe, el homenaje no va dirigido a la estatua, sino al héroe mismo. El homenaje a los héroes tampoco es un acto de adoración. Lo mismo ocurre cuando, delante de una imagen de María, manifestamos nuestro amor, nuestro cariño, a María, madre de Jesús. El homenaje no va dirigido a la imagen. Cuando estampamos un beso a la fotografía de la mamá, el beso va dirigido a la mamá, aún cuando estemos besando su fotografía. Cuando acompañamos, en procesión, a la imagen del Señor de los Milagros, del Señor de Muruhuay, del Señor de Luren, lo que hacemos es manifestar nuestro deseo de acompañar a Jesús. Y ese deseo de acompañar a Jesús es un modo de manifestar nuestro amor a Jesús, es un acto de adoración a Jesús y no a su imagen. La adoración a Dios no puede estar separada del amor a Dios. El acto de adorar a Dios es un acto de amor a Dios. El acto de amar a Dios es un acto de adoración a Dios.
Por Gustavo Leonardo Valverde, OFM.